jueves, 23 de julio de 2015

EL CLÁSICO. El Buscón de FRANCISCO DE QUEVEDO.


«El Buscón» destaca por su caricaturesca descripción de una sociedad desintegrada y por su espléndida creación verbal, modelo de ingenio y de dominio del lenguaje. Hijo de un ladrón y de una bruja. Pablos, el Buscón, entra al servicio de un joven rico, vive en Alcalá, en la corte y acaba viajando a América.
Es una obra en la que abundan los juegos de palabras y metáforas. Por poner un ejemplo (de hipérbole), cuando llega a casa de unos bandidos y le dan la bienvenida dice:
<< [...]; empezaron, por bienvenido, a beber a mi honra, que yo, hasta que la vi beber, no entendí que tenía tanta. >>
En el libro, Quevedo es despiadado con todos los personajes y eso se ve en las descripciones (sobre todo físicas) de estos. Son de gran contenido humorístico y demuestran un profundo conocimiento del idioma, con el que el autor juega de manera espectacular: equívocos, símiles, metáforas...
En «El Buscón», Quevedo satiriza sólo a las personas, no a las ideas u opiniones. Es decir, se mete con los curas y las monjas mundanos, no con la religión; se mete con los nobles indignos, no con la nobleza; etc..

El argumento es secundario en «El Buscón» ; lo importante es provocar la risa, satirizar la sociedad de la época y jugar con las palabras. En la obra, Quevedo se atreve a hablar ridiculizándola, incluso de la Iglesia y de la Inquisición. Por ejemplo, en este fragmento, el ama de una residencia de Alcalá donde reside Pablos está dando de comer a sus gallinas llamándolas al grito de <<¡Pío, pío!>>, viene Pablos, que quiere quedarse con una gallina y le dice:
<< [...] ¿No os acordáis que dijisteis a los pollos, pío, pío, y es Pío nombre de los papas, vicarios de Dios y cabezas de la Iglesia? Papáos el pecadillo>>.
Ella quedó muerta, y dijo: - <<Pablos, yo lo dije, pero no me perdone Dios si fue con malicia. Yo me desdigo; mira si hay camino para que se pueda escusar el acusarme, que me moriré si me veo en la Inquisición>>.
<<Como vos juréis en una ara consagrada que no tenéis malicia, yo, asegurado, podré dejar de acusaros; pero será necesario que estos dos pollos, que comieron llamándoles con el santísimo nombre de los pontífices, me los deis para que yo los lleve a un familiar que los queme, [...].>>

Quevedo no se deja títere con cabeza, ya que todos los personajes de la obra son criticados y satirizados con dureza hasta dejarlos por los suelos.


La obra parece querer significar que cada uno tiene su sitio en el mundo y que no hay quien salga de él, es más, el que lo intenta parece que sale perjudicado: “…nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar, y no de vida y costumbres.”


Obra para recomendar, para comentar, para reflexionar.


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