"El guiso olía
maravillosamente bien. Subió arriba, se recogió el pelo y bajó
antes de que diera otro hervor. Mientras se hacía la hora guardó el
hacha en el cobertizo y el resto del cuerpo que le sobró en el
congelador. No solía tirar nada. Casi tenía para otro guiso. Ya
encontraría más adelante lo que le faltara".
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