Observaba desde la
ventana el vaivén de la gente, los movimientos del que va y del que
viene con rapidez, sin mirarse... sin hablar...Un rato por la mañana,
otro por la tarde: el que sube, el que baja, uno se para y mira al
suelo, otro atiende el móvil, sin mirarse...sin hablar...
Un día, en el marco
aburrido de la misma calle, un limpia zapatos montó su puesto cerca
de una esquina: un pequeño taburete, una caja con los utensilios
necesarios para limpiar y abrillantar y un altillo para ofrecer al
viandante sus servicios.
El limpia zapatos
saludaba obligando a contestar un “buenos días”, un “no
gracias”, un “en otro momento”, un “sí por favor”...
Observaba desde la
ventana el vaivén de la gente, el ir y venir de los vecinos, sus
miradas...sus palabras...
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