Miró la estantería y
aquel libro parecía brillar...se acercó y lo cogió. En aquella
vieja biblioteca su tío tenía tal cantidad de libros que podía
pasar días enteros buscando y mirando y no se cansaría. Cuando
cogía alguno, tenía por costumbre, antes de abrirlo, acercarlo a la
nariz, cerraba los ojos, aspiraba y sentía el olor a tinta y papel.
-¡Oiga!, dijo una voz que salía del libro, - ¡Que me va a
despeinar!. Pedro soltó el libro del susto que cayó al suelo
abriéndose por la mitad. Una figura regordeta y con pelo largo y
lacio le sonreía desde la imagen, alargó su mano y Pedro, poniendo
su dedo meñique en la mano de aquel ser, supo que su vida ya nunca
sería aburrida.
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