Vicente
Blasco Ibáñez
(Valencia, 29
de enero de 1867 – Menton, Francia, 28
de enero de 1928)
fue escritor, periodista y político español.
Aunque
hablaba valenciano,
escribió casi por completo sus obras en castellano con
solo nimios toques de valenciano en ellas, aunque también escribió
algún relato corto en valenciano para el almanaque de la sociedad Lo
Rat Penat.
Aunque
por algunos críticos se le ha incluido entre los escritores de
la Generación
del 98,
la verdad es que sus coetáneos no lo admitieron entre ellos. Vicente
Blasco Ibáñez fue un hombre afortunado en todos los órdenes de la
vida y además se enriqueció con la literatura, cosa que ninguno de
ellos había logrado. Además, su personalidad arrolladora,
impetuosa, vital, le atrajo la antipatía de algunos. Sin embargo,
pese a ello, el propio Azorín,
uno de sus detractores, ha escrito páginas extraordinarias en las
que manifiesta su admiración por el escritor valenciano. Por sus
descripciones de la huerta de Valencia y
de su esplendoroso mar, destacables en sus obras ambientadas en
la Comunidad
Valenciana,
su tierra natal, semejantes en luminosidad y vigor a los trazos de
los pinceles de su gran amigo, el ilustre pintor valenciano Joaquín
Sorolla.
Blasco
cultivó varios géneros dentro de la narrativa. Así, obras
como Arroz
y tartana (1894), Cañas
y barro (1902)
o La
barraca (1898),
entre otras, se pueden considerar novelas regionales, de ambiente
valenciano. Al mismo tiempo, destacan sus libros de carácter
histórico, entre los cuales se encuentran: Mare
Nostrum,
El
caballero de la Virgen,
el ya citado Los
cuatro jinetes del Apocalipsis (1916), El
Papa del Mar, A
los pies de Venus o
de carácter autobiográfico como La
maja desnuda, La
voluntad de vivir e
incluso Los
Argonautas,
en la que mezcla algo de su propia biografía con la historia de la
colonización española de América.
Añádase La
catedral,
detallado fresco de los entresijos eclesiásticos de la catedral
de Toledo.
La
obra de Vicente Blasco Ibáñez, en la mayoría de las historias de
la literatura española hechas en España, se califica por sus
características generales como perteneciente
al naturalismo literario.
También se pueden observar, en su primera fase, algunos
elementos costumbristas y
regionalistas.
Sin
embargo, se pueden agrupar sus obras literarias según su gran
variedad temática frecuentemente ignorada en su propio país, puesto
que además de las novelas denominadas de ambiente valenciano (Arroz
y tartana, Flor de Mayo, La barraca, Entre naranjos, Cañas y barro,
Sónnica la cortesana, Cuentos valencianos, La condenada),
hay novelas sociales (La
catedral, El intruso, La bodega, La horda),
psicológicas (La
maja desnuda, Sangre y arena, Los muertos mandan),
novelas de temas americanos (Los
argonautas, La tierra de todos),
novelas sobre la guerra, la Primera Guerra Mundial (Los
cuatro jinetes del Apocalipsis, Mare nostrum, Los enemigos de la
mujer),
novelas de exaltación histórica española (El
Papa del mar, A los pies de Venus, En busca del Gran Kan, El
caballero de la Virgen),
novelas de aventuras (El
paraíso de las mujeres, La reina Calafia, El fantasma de las alas de
oro),
libros de viajes (La
vuelta al mundo de un novelista, En el país del arte, Oriente, la
Argentina y sus grandezas)
y novelas cortas (El
préstamo de la difunta, Novelas de la Costa Azul, Novelas de amor y
de muerte, El adiós de Schubert)
entre sus muchas obras.
Los cuatro
jinetes del Apocalipsis.-
Se
trata de una novela ambientada en 1914 en Francia y
narra las vicisitudes de la Primera
Guerra Mundial.
El punto de vista es el de un argentino,
neutral ante el conflicto aunque claramente decantado por el lado
francés de los Aliados frente
a Alemania.
Debido a sus diferencias políticas, dos familias provenientes de un
tronco común, los Desnoyers y los Von Hartrott, se enfrentan. Tras
la muerte del patriarca, Julio Madariaga, los Hartrott se marchan a
Alemania y los Desnoyers a Francia. Ambas familias terminan
combatiendo en bandos opuestos en la Primera Guerra Mundial. La
novela discurre ágilmente por los escenarios dantescos de una Europa
rota, sobre cuyos desolados campos de batalla el gran vitalista que
fue Blasco hace latir finalmente, salvaje e invencible, el deseo de
vivir.
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