Siempre le habían dicho
que lo mejor que podía tener una persona era ser útil y ahí
estaba, robando un banco para poder pagar la hipoteca de sus padres.
Evitaría el desahucio. ¿Había algo más útil? Y además práctico.
Le devolverían al banco su dinero en pago de la hipoteca debida.
Asunto zanjado. La casa en propiedad y el dinero de vuelta en 24
horas. Una sirena sonó y despertó a González que, andando, iba
ensimismado mirando los billetes que asomaban por el bolso. Giró la
esquina y se encaminó hacia su casa, con delicadeza cerró el bolso
y sonrió con una mueca de satisfacción.
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