"Empiezo el día con el ruido del
despertador, son las seis de la mañana, intento apagarlo, me doy la
vuelta y me escondo entre las suaves sábanas de franela, sigue
persiguiéndome ese ruido, lo cojo y lo tiro contra la pared, se
deshace en mil pedazos. Harta de dar vueltas en la cama, me
despierto, con un sol reluciente que atraviesa las ventanas, miro el
reloj y son las diez de la mañana, no entiendo nada, no hace más de
quince minutos que había empotrado el despertador contra la pared.
Pego un brinco de la cama sobresaltada, ¡Me he dormido, hace dos
horas que debería estar trabajando!
Miro a mi alrededor, mi estudio de
diecinueve metros cuadrados se había convertido en una casa
acogedora, con un comedor que parecía una sala de baile, decorada
con fotografías de espectaculares paisajes, dónde aparece Pipo, mi
perro, con Miguel, mi pareja. En ese mismo instante, oigo el cerrojo
de la puerta, era él con Pipo, deja sobre la mesa una bandeja de
cruasanes recién hechos y dos tazas de café. Le pregunto, ¿Qué
haces tú aquí? y él me contesta, ¿Cielo estás bien? ves a darte
una ducha de agua caliente, y desayunamos, tenemos que aprovechar que
ya estás en casa por vacaciones. Lo miro con una sonrisa en los
labios y lo beso, ha sido una pesadilla."
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