Observó
el sello de la postal. Estaba sellada en la ciudad de Nueva York. No
conocía a nadie que se encontrara en América ni de visita. ¿Quién
la firmaba?. Eva. Pues no. “Espero que las vacaciones te hayan ido
bien y que hayas podido descansar del arduo trabajo invernal”, leyó
pensativamente. ¿Será alguien del trabajo?. Eva. Ni idea. Respiró
hondo al tiempo que su mente intentaba recordar mientras pegaba la
postal en la nevera con un imán junto a las demás. La firma de Eva
se repetía en cada una de ellas. Adán giró la cabeza cansado de no
recordar. Se sirvió una copa de vino, puso buena música y cerró
los ojos imaginándose en su particular paraíso sin saber que Eva le
observaba y sonreía controlando sus movimientos a través de la
cámara fijada en uno de los libros del salón.
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