No quería pensar en él. Estaba retando a todos los
principios y valores que le habían acompañado durante sus cincuenta
años de vida pero sentía una atracción que nunca antes había
sentido por nadie. Ni por su marido. Cada noche se acostaba pensando
en él, sonreía al recordar su mirada, sus palabras y la alegría
que despedía esa sonrisa pícara que le regalaba todos los días en
el instituto. Ella se apoderaba de esa sonrisa y la hacía suya.
Solamente suya. No quería pensar en él. Los alumnos pasaban por
allí de forma fugaz y ella seguiría en el mismo lugar, con sus
principios, valores y dejando que el paso del tiempo minara sus
recuerdos. Gema sonrió al verle pasar. De nuevo se apoderó de su
sonrisa y la hizo suya. Solamente suya.
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