- Le juro que es verdad, señor Policía, dijo el Sr. López mientras afirmaba que era descendiente de Juana de Arco. Tengo documentos que afirman que se trata de mi tatarabuela y se lo demostraré en cuanto usted quiera, claro que si puede ser mientras me invita a comer en un restaurante...
- Ya le he dicho que no hay problema, Sr. López, afirmó el Policía mirándole a los ojos. Voy a pedir que le traigan un bocadillo para ir “haciendo boca” y usted va a contestarme a las preguntas que yo le vaya haciendo. ¿Estaba usted, ayer por la noche, en el callejón de la calle San Juan a eso de las once? Creo que era usted el único testigo, ¿no es así?...
La conversación se
alargó hasta el postre que consistió en un par de rodajas de
sandía. El Sr. López salió de la Comisaría con el estómago
lleno, objetivo conseguido y el Policía se quedó sentado tras su
mesa con la sensanción de haber hecho parte de su trabajo.
Infructuoso pero, en fín, trabajo era, pagado con el dinero del
contribuyente al que también habría que pasar la cuenta de la
comida del Sr. López, pensó.
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