Leed y veréis:
"Por
muchos sermones que puedas dar a tus hijos, nada puede evitar que
tengan curiosidad. A pesar de que a mis ojos él era aún un crío,
su inquietud le sobrepasaba.
Los
múltiples quejidos que oía a través de la puerta cerrada del
despacho llamaron mi atención. Sin pensarlo, golpee la puerta un par
de veces acompañándolo de un "¿Todo bien, hijo?", para
comprobar que todo estuviera yendo perfectamente. No hubo respuesta.
En cambio, empecé a escuchar cómo la respiración de mi hijo
aumentaba de forma entrecortada en medio de diferentes insultos que a
penas le podía oír balbucear. Preocupado por la situación, decidí
abrir la puerta de forma brusca y comprobar que estaba ocurriendo.
Con
una vergonzosa disculpa, mi hijo introdujo el problema mientras se
arrastraba lentamente hacía un lado con la silla. Pero no hacían
falta explicaciones, el resultado era claro. Los pantalones medio
bajados, la caja de clínex, el ratón en la parte izquierda de la
mesa. Las incansables apariciones de pequeñas ventanas que emergían
en la pantalla del ordenador suplicando un buen rato con mi hijo. Yo
no sabía qué hacer. Aquello no había quien lo parara. La pantalla
se estaba volviendo loca, y el teclado del ordenador parecía ir
solo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario