La noche estaba sedienta.
Había sed de tertulias, de encuentros, de objetivos comunes de risas
y sonrisas, de mimos familiares, de trasiego de conversaciones, de
amistades recuperadas... Le ardía el interior y pronto tendría que
saciar aquella sed que se estaba despertando. Proyectó su energía
hacia el exterior para calmarse y tocó el móvil.
Acababa de convocar una quedada. En cuestión de un par de horas la
sed, que nunca pudo controlar, estaría saciada.
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