ADRIÀ LERMA ÚBEDA destaca por su sensibilidad y por su humor. Cuando le toca leer, tras el tiempo dedicado a la escritura, todos esperamos que haya escrito algo de humor. Él es brillante transmitiendo los sentimientos de sus personajes aunque sean tristes o preocupantes, como los del texto que publico hoy. Es perfeccionista y trabaja mucho el vocabulario (muy importante para un escritor).
Adrià escribió este texto cuando les puse por guía la expresión: "mirar el horizonte tranquilizaba su espíritu". Mirad y veréis:
"A
pesar de las innumerables operaciones que había realizado a lo largo
de los años, su corazón seguía siendo igual de vulnerable; como si
fuera la primera vez. Daban lo mismo las incalculables horas de
estudio, o las muchas prácticas que realizara. Daban igual todas
aquellas simulaciones o la amplia variedad de consejos que recibiera
diariamente. Nada le podría preparar para superar su primer error.
No
servía para nada pensar en lo complicadas que eran aquellas
operaciones, o lo difícil que resultaba conseguir tener los nervios
de acero. Aquel primer fallecimiento lo cargaba en sus hombros como
si él fuera el único presente en la sala de operaciones. Por mucho
que se consolaran los unos a los otros, él era incapaz de no verse
como el culpable. No le cabía la menor duda de que podía haber
hecho más. Solo necesitaba saber utilizar mejor el poco tiempo del
que disponía.
Pasaron
muchos años desde aquella primera tragedia; sin embargo, las
intervenciones se volvían cada vez más complicadas. Él envejecía,
pero su corazón seguía siendo igual de frágil. Cada error cometido
se marcaba firmemente en su espalda como la marca de un ladrillo
caído del cielo. La carga era cada vez más pesada, pero él seguía
luchando.
A
pesar de lo temblorosas que empezaban a ser sus manos, o de la
disminución de los reflejos por su edad, eran demasiadas las
personas que confiaban en él y pocas las que le criticaban. Tenía
un recorrido profesional impresionante, y por ello, todos quería
trabajar junto a él. Cada vez eran más los que contaban con su
experiencia; por consiguiente, muchos escuchaban atentamente sus
sugerencias. Mas eso hacía que la responsabilidad aumentará
notablemente. Las jornadas de trabajo eran cada vez más largas y los
descansos empezaban a escasear. Pero aún así, él seguía
perseverando todos los días.
Siempre
que podía, se sentaba en uno de los bancos de madera que lucía en
su casa, frente al mar.
Mirar
el horizonte tranquilizaba su espíritu. Observar algo tan
poderoso y fuera de su alcance apaciguaba su mente. Poder pensar que
no todo era carga en sus hombros, serenaba su corazón".
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